En ningún otro lugar comparten un mismo hábitat tal abundancia de organismos marinos y terrestres como en los manglares de las costas tropicales y subtropicales. Las comunidades bióticas de los manglares son únicas porque aquí habitan verdaderos organismos terrestres en los niveles superiores de árboles y arbustos, mientras que debajo de ellos moran verdaderos habitantes marinos.
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Manglares: artífices de la vida en suelos salinos
Los manglares están formados por árboles, que alcanzan hasta 30 metros de altura, y arbustos de diferentes familias de plantas con unas 70 especies, que se han adaptado especialmente a las condiciones de vida en las costas salinas y desembocaduras de ríos con aguas salobres. Se distingue entre las comunidades de los manglares del hemisferio oriental (con el océano Índico y el Pacífico occidental) y las del hemisferio occidental (con el Caribe y las costas occidentales de América y África) por la diversidad de especies. El grupo indopacífico, que generalmente presenta poblaciones más densas y de mayor altura, cuenta globalmente con una mayor abundancia de especies.
Filtro contra la sal marina
Para poder extraer agua pura del agua de mar salada, en las células de estas plantas predomina una elevada presión osmótica, por lo que la concentración de sal en el interior de la célula es mayor que en el agua del mar. Un complicado mecanismo de ultrafiltración en las raíces del mangle deja pasar el agua, que penetra por difusión hacia la mayor concentración de sal en el interior de la célula, pero no la sal.
Como los cactus, también algunas plantas del manglar pueden acumular agua (suculencia) para diluir las elevadas concentraciones de sal. Además, pueden desprenderse de las hojas en las que se acumula sal y también disponen de glándulas y filamentos para excretar la sal superflua. Dado que las diferentes especies disponen de distintas capacidades para afrontar el exceso de sal, la distribución de especies en el manglar se ve influida por el aumento de la salinidad en dirección a tierra.
Raíces especializadas
Los frutos y renuevos de los mangles poseen todos la capacidad de flotar y han desarrollado distintas estrategias para garantizar el éxito de la reproducción. El fruto germina en el propio árbol y crece allí hasta convertirse en una planta joven, con forma de cigarro puro de un tamaño considerable, que desarrolla sus primeras raíces y hojas antes de caer finalmente al agua, donde flota a la deriva hasta arraigar en un lugar apropiado.
Pero la característica principal de los manglares son sus imbricados sistemas de raíces, que incluyen raíces adventicias, fúlcreas y aéreas, habitados por numerosas formas de vida marinas. Estas raíces proporcionan a las plantas sujeción, tanto sobre sustratos movedizos y blandos como duros. Entre medias, emergen del limo innumerables retoños como púas. Dado que el suelo cenagoso carece de oxígeno a los pocos milímetros de profundidad, estos retoños contienen unos importantes órganos respiratorios, denominados neumatóforos, sin los que las raíces morirían.
Diversidad de hábitats en poco espacio
En comparación con las zonas intermareales carentes de vegetación, el denso sistema de raíces de los manglares multiplica la oferta de espacio para otros organismos y brinda un elevado número de minúsculos hábitats en poco espacio. Innumerables peces, crustáceos y moluscos pueblan las aguas; en las raíces de los árboles habitan algas, balanos, ostras, esponjas y caracoles. En los canales con flujo de agua abundan los camarones pistola y los peces, así como grandes cantidades de cangrejos del género Uca en las superficies limosas.
En los niveles superiores del manglar viven reptiles, aves y mamíferos. Los manatíes o vacas marinas buscan la protección de los manglares para parir y los monos se acercan a la orilla para coger cangrejos. Numerosas aves acuáticas, como cormoranes, martines pescadores, íbises, garzas y fragatas, aprovechan la abundante oferta de alimentos y nidifican en las copas de los árboles.
Los manglares se cuentan entre los ecosistemas más productivos de la Tierra, junto con los arrecifes de coral y las selvas tropicales, y proporcionan más de tres kilos de materia orgánica por metro cuadrado y año en forma de hojas, flores y frutos que, una vez descompuesta por bacterias y hongos, vuelve a la cadena trófica. Los pequeños peces, camarones y moluscos se alimentan de estos desechos o detritos, enriquecidos con microorganismos, y se convierten, a su vez, en presas de otros organismos.
La acción de las mareas arrastra sustancias en suspensión de los manglares y proporciona así materia orgánica a los cercanos arrecifes de coral y praderas de hierba marina. Además, las aguas protegidas entre las raíces ofrecen condiciones ideales para las larvas y alevines de numerosas especies de peces.
Grandes amenazas
Se estima que durante las pasadas décadas se han destruido la mitad de los manglares existentes originalmente en todo el mundo. Tradicionalmente se ha aprovechado la madera de los manglares para la obtención de leña, carbón vegetal o material para curtir. Pero la extracción de estas cantidades relativamente escasas de madera por parte de la población costera no ha supuesto un peligro para la existencia de los manglares.
Sólo la destrucción de grandes superficies mediante su transformación en plantaciones de arroz o cocoteros, e incluso en tierras de cultivo mediante desecación, ha agudizado dramáticamente la situación. Al retroceso de las superficies de manglares en todo el mundo ha contribuido especialmente la proliferación de instalaciones para el cultivo de camarones y langostinos. En Ecuador y las Islas Filipinas, por ejemplo, la expansión incontrolada de la acuicultura de camarones y langostinos ha ocasionado hasta la fecha la deforestación del 70 % de los manglares existentes en dichos países. El principal problema derivado del uso de una zona para este tipo de acuicultura es que, transcurridos entre tres y un máximo de diez años, los estanques deben abandonarse debido a la contaminación de los fondos por los productos químicos y la reforestación resulta imposible durante décadas en la mayoría de los casos.